El Cuenta Cuentos

Tema en 'Comunidad de Infojardín' comenzado por EvaPatry, 31/8/07.

  1. EvaPatry

    EvaPatry

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    Madrid (España)
    Estoy feliz!!!! :smile: He encontrado la serie de "El Cuenta Cuentos", que veía cuando era pequeña. Puede que muchos de vosotros no fuéseis niños entonces, pero era tan buena que seguro que más de uno la veía. Por si acaso os refresco la memoria...



    Me encantan los cuentos. Leerlos, escucharlos... y a veces también contarlos, pero hoy sólo voy a animaros a los demás a que nos conteis un cuento. Yo os doy el pie:

    Cuando las gentes sabían de su pasado a través de los cuentos, explicaban su presente contándose cuentos y predecían su futuro con cuentos... El mejor lugar de la casa junto al fuego, se le reservaba siempre al Cuenta Cuentos.

    ...
     
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    Eva yo no lo veía, me daba miedoooooooooooooooo.
    :beso:
    ( luego no me podía ni duchar sola)
     
  3. chipi-chipi

    chipi-chipi Donax denticulatus

    Hola

    espero que te guste eva

    El dueño del Fuego:

    Cerca de donde nace el Orinoco vivía el Rey de los caimanes llamado Babá. Su esposa era una rana grandota y juntos, tenían un gran secreto ignorado por los demás animales y los hombres. Estaba guardado en la garganta del caimán Babá. La pareja se metía en una cueva y amenazaban con la pérdida de la vida a quien osara entrar, pues decían que dentro había un dios que todo lo devora y sólo ellos, reyes del agua, podían pasar.


    Un día la perdiz, apurada en hacer su nido, entró distraída en la cueva. Buscando pajuelas encontró hojas y orugas chamuscadas, como si el fuego del cielo hubiera estado por ahí. Probó las orugas tostadas y le supieron mejor que cuando las comía crudas. Se fue aleteando a ras del suelo para contarle todo a Tucusito, el colibrí de plumas rojas. Al rato llegó el Pájaro Bobo y entre los tres urdieron un plan para averiguar cómo hacían la rana y el caimán para cocer tan ricas orugas. Bobo se escondió dentro de la caverna aprovechando su obscuro plumaje. La rana soltó las orugas que traía en la boca al tiempo que Babá abría la suya, que era tremenda, dejando salir unas lenguas rojas y brillantes. La pareja comía las orugas sin percatarse de Bobo, tras lo cual, se durmieron satisfechos. Entonces, Bobo salió corriendo para contarles a sus amigos lo que había visto.


    Al día siguiente se pusieron a maquinar cómo arrebatarle el fuego al caimán sin quemarse ni ser la comida de los reyes del agua. Tendría que ser cuando éste abriera la tarasca para reír. En la tarde, cuando todos los animales estaban bebiendo y charlando junto al río, Bobo y la perdiz colorada hicieron piruetas haciendo reír a todos, menos a Babá. Bobo tomó una pelota de barro y la aventó dentro de la boca de la rana, que de la risa pasó al atoro. En el momento que el caimán vio los apuros que pasaba la rana, soltó la carcajada. Tucusito, que observaba desde el aire, se lanzó en picada, robando el fuego con la punta de las alas. Elevándose, rozó las ramas secas de un enorme árbol que ardió de inmediato. El Rey caimán exclamó que si bien se habían robado el fuego, otros lo aprovecharían y los otros animales arderían, pero Babá y la rana vivirían como inmortales donde nace el gran río. Dicho esto, se sumergieron en el agua y desaparecieron para siempre.


    Las tres aves celebraron el robo del fuego, pero ningún animal supo aprovecharlo. Los hombres que vivían junto al Orinoco se apoderaron de las brasas que ardieron durante muchos días en la sequedad del bosque, aprendieron a cocinar los alimentos y a conversar durante las noches alrededor de las fogatas. Tucusito, el pájaro Bobo y la perdiz colorada se convirtieron en sus animales protectores por haberles regalado el don del fuego.

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    :happy:
     
  4. EvaPatry

    EvaPatry

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    :ojoscorazon: Me ha encantado. Gracias :beso:

    Juan el bobo


    Allá en el campo, en una vieja mansión señorial, vivía un anciano propietario que tenía dos hijos, tan listos, que con la mitad hubiera bastado. Los dos se metieron en la cabeza pedir la mano de la hija del Rey. Estaban en su derecho, pues la princesa había mandado pregonar que tomaría por marido a quien fuese capaz de entretenerla con mayor gracia e ingenio.
    Los dos hermanos estuvieron preparándose por espacio de ocho días; éste era el plazo máximo que se les concedía, más que suficiente, empero, ya que eran muy instruidos, y esto es una gran ayuda. Uno se sabía de memoria toda la enciclopedia latina, y además la colección de tres años enteros del periódico local, tanto del derecho como del revés. El otro conocía todas las leyes gremiales párrafo por párrafo, y todo lo que debe saber el presidente de un gremio. De este modo, pensaba, podría hablar de asuntos del Estado y de temas eruditos. Además, sabía bordar tirantes, pues era fino y ágil de dedos.
    -Me llevaré la princesa -afirmaban los dos; por eso su padre dio a cada uno un hermoso caballo; el que se sabía de memoria la enciclopedia y el periódico, recibió uno negro como azabache, y el otro, el ilustrado en cuestiones gremiales y diestro en la confección de tirantes, uno blanco como la leche. Además, se untaron los ángulos de los labios con aceite de hígado de bacalao, para darles mayor agilidad. Todos los criados salieron al patio para verlos montar a caballo, y entonces compareció también el tercero de los hermanos, pues eran tres, sólo que el otro no contaba, pues no se podía comparar en ciencia con los dos mayores, y, así, todo el mundo lo llamaba el bobo.
    -¿Adónde vais con el traje de los domingos? -preguntó.
    -A palacio, a conquistar a la hija del Rey con nuestros discursos. ¿No oíste al pregonero? -y le contaron lo que ocurría.
    -¡Demonios! Pues no voy a perder la ocasión -exclamó el bobo-. Y los hermanos se rieron de él y partieron al galope.
    -¡Dadme un caballo, padre! -dijo Juan el bobo-. Me gustaría casarme. Si la princesa me acepta, me tendrá, y si no me acepta, ya veré de tenerla yo a ella.
    -¡Qué sandeces estás diciendo! -intervino el padre-. No te daré ningún caballo. ¡Si no sabes hablar! Tus hermanos es distinto, ellos pueden presentarse en todas partes.
    -Si no me dais un caballo -replicó el bobo- montaré el macho cabrío; es mío y puede llevarme.
    Se subió a horcajadas sobre el animal, y, dándole con el talón en los ijares, emprendió el trote por la carretera. ¡Vaya trote!
    -¡Atención, que vengo yo! -gritaba el bobo; y se puso a cantar con tanta fuerza, que su voz resonaba a gran distancia.
    Los hermanos, en cambio, avanzaban en silencio, sin decir palabra; aprovechaban el tiempo para reflexionar sobre las grandes ideas que pensaban exponer.
    -¡Eh, eh! -gritó el bobo, ¡aquí estoy yo! ¡Mirad lo que he encontrado en la carretera!-. Y les mostró una corneja muerta.
    -¡Imbécil! -exclamaron los otros-, ¿para qué la quieres?
    -¡Se la regalaré a la princesa!
    -¡Haz lo que quieras! -contestaron, soltando la carcajada y siguiendo su camino.
    -¡Eh, eh!, ¡aquí estoy yo! ¡Miren lo que he encontrado! ¡No se encuentra todos los días!
    Los hermanos se volvieron a ver el raro tesoro.
    -¡Estúpido! -dijeron-, es un zueco viejo, y sin la pala. ¿También se lo regalarás a la princesa?
    -¡Claro que sí! -respondió el bobo; y los hermanos, riendo ruidosamente, prosiguieron su ruta y no tardaron en ganarle un buen trecho.
    -¡Eh, eh!, ¡aquí estoy yo! -volvió a gritar el bobo-. ¡Voy de mejor en mejor! ¡Arrea! ¡Se ha visto cosa igual!
    -¿Qué has encontrado ahora? - preguntaron los hermanos.
    -¡Oh! -exclamó el bobo-. Es demasiado bueno para decirlo. ¡Cómo se alegrará la princesa!
    -¡Qué asco! -exclamaron los hermanos-. ¡Si es lodo cogido de un hoyo!
    -Exacto, esto es -asintió el bobo-, y de clase finísima, de la que resbala entre los dedos - y así diciendo, se llenó los bolsillos de barro.
    Los hermanos pusieron los caballos al galope y dejaron al otro rezagado en una buena hora. Hicieron alto en la puerta de la ciudad, donde los pretendientes eran numerados por el orden de su llegada y dispuestos en fila de a seis de frente, tan apretados que no podían mover los brazos. Y suerte de ello, pues de otro modo se habrían roto mutuamente los trajes, sólo porque el uno estaba delante del otro.
    Todos los demás moradores del país se habían agolpado alrededor del palacio, encaramándose hasta las ventanas, para ver cómo la princesa recibía a los pretendientes. ¡Cosa rara! No bien entraba uno en la sala, parecía como si se le hiciera un nudo en la garganta, y no podía soltar palabra.
    -¡No sirve! -iba diciendo la princesa-. ¡Fuera!
    Llegó el turno del hermano que se sabía de memoria la enciclopedia; pero con aquel largo plantón se le había olvidado por completo. Para acabar de complicar las cosas, el suelo crujía, y el techo era todo él un espejo, por lo cual nuestro hombre se veía cabeza abajo; además, en cada ventana había tres escribanos y un corregidor que tomaban nota de todo lo que se decía, para publicarlo enseguida en el periódico, que se vendía a dos chelines en todas las esquinas. Era para perder la cabeza. Y, por añadidura, habían encendido la estufa, que estaba candente.
    -¡Qué calor hace aquí dentro! -fueron las primeras palabras del pretendiente.
    -Es que hoy mi padre asa pollos -dijo la princesa.
    -¡Ah! -y se quedó clavado; aquella respuesta no la había previsto; no le salía ni una palabra, con tantas cosas ingeniosas que tenía preparadas.
    -¡No sirve! ¡Fuera! -ordenó la princesa. Y el mozo hubo de retirarse, para que pasase su hermano segundo.
    -¡Qué calor más terrible! -dijo éste.
    -¡Sí, asamos pollos! -explicó la hija del Rey.
    -¿Cómo di... di, cómo di... ? -tartamudeó él, y todos los escribanos anotaron: «¿Cómo di... di, cómo di... ?».
    -¡No sirve! ¡Fuera! -decretó la princesa.
    Le tocó entonces el turno al bobo, quien entró en la sala caballero en su macho cabrío.
    -¡Demonios, qué calor! -observó.
    -Es que estoy asando pollos -contestó la princesa.
    -¡Al pelo! -dijo el bobo-. Así, no le importará que ase también una corneja, ¿verdad?
    -Con mucho gusto, no faltaba más -respondió la hija del Rey-. Pero, ¿traes algo en que asarla?; pues no tengo ni puchero ni asador.
    -Yo sí los tengo -exclamó alegremente el otro-. He aquí un excelente puchero, con mango de estaño.
    Y, sacando el viejo zueco, metió en él la corneja.
    -Pues, ¡vaya banquete! -dijo la princesa-. Pero, ¿y la salsa?
    -La traigo en el bolsillo -replicó el bobo-. Tengo para eso y mucho más.
    Y se sacó del bolsillo un puñado de barro.
    -¡Esto me gusta! -exclamó la princesa-. Al menos tú eres capaz de responder y de hablar. ¡Tú serás mi marido! Pero, ¿sabes que cada palabra que digamos será escrita y mañana aparecerá en el periódico? Mira aquella ventana: tres escribanos y un corregidor. Este es el peor, pues no entiende nada.
    -Desde luego, esto sólo lo dijo para amedrentar al solicitante. Y todos los escribanos soltaron la carcajada e hicieron una mancha de tinta en el suelo.
    -¿Aquellas señorías de allí? -preguntó el bobo-. ¡Ahí va esto para el corregidor!
    Y, vaciándose los bolsillos, arrojó todo el barro a la cara del personaje.
    -¡Magnífico! -exclamó la princesa-. Yo no habría podido. Pero aprenderé.
    Y de este modo Juan el bobo fue Rey. Obtuvo una esposa y una corona y se sentó en un trono
    Y todo esto lo hemos sacado del diario del corregidor, lo cual no quiere decir que debamos creerlo a pies juntillas.

     
  5. vega

    vega

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    Siempre me encantó esta tremenda burla de algunos jardines.

    El césped y Dios

    Dios: San Francisco, tú que conoces tan bien la naturaleza y los jardines, ¿puedes explicarme qué pasa en la tierra? ¿Qué ha ocurrido con los dientes de león, las violetas, los cardos y otras maravillas que creé en la noche de los tiempos? Mi proyecto jardinero funcionaba perfectamente, las plantas crecían por doquier, sin temor a la sequía ni a la falta de cuidados. El perfume de las flores atraía a las mariposas, las abejas y las aves. Esperaba encontrar un inmenso parterre de colores pero lo único que veo son rectángulos verdes, todos parecidos...

    San Francisco: Señor, se trata de una nueva tribu: los "suburbanitas". A tus flores las llaman malas hierbas, y dedican no pocos esfuerzos y medios para sustituirlas por césped.

    Dios: ¿Por hierba? Pero es bastante engorrosa, tan tierna... y desaparecen las abejas, las aves, las mariposas... ¿Están seguros de querer tanta hierba?

    San Francisco: Eso parece, Señor. Utilizan no pocos recursos para sembrarla y mantenerla. Cada primavera la abonan, y matan todo lo que pueda hacerle competencia.

    Dios: Las lluvias primaverales y el calor harán crecer la hierba rápidamente. Los "Suburbanitas" estarán encantados.

    San Francisco: Pues parece que no, Señor. En cuanto crece un poco la cortan, incluso dos veces por semana.

    Dios: ¿La cortan? ¿Para hacer con ella pacas como se hace con el heno?

    San Francisco: Realmente no es así, Señor. La meten en bolsas.

    Dios: ¿Ah, sí? ¿Entonces es con fines productivos? ¿Venden la hierba cortada?

    San Francisco: Señor, más bien es lo contrario: pagan por quitársela de encima.

    Dios: Me gustaría entenderlo. ¿Fertilizan el césped para que crezca, y cuando ha crecido lo cortan y pagan para que se lo lleven?

    San Francisco: Sí, Señor.

    Dios: Por lo menos, en verano se sentirán aliviados cuando cesan las lluvias y llega el calor, que ralentiza el crecimiento de la hierba. Sufrirán menos.

    San Francisco: Señor, no lo vas a creer. Cuando el césped no crece en verano sacan la manguera y gastan en agua para poder seguir segándolo.

    Dios: ¡Menuda tontería! Bueno, por lo menos supongo que habrán conservado los árboles, que se visten con su follaje en primavera para proporcionar belleza, sombra y frescor en verano. En otoño las hojas caen y forman un tapiz natural que protege el suelo y proporciona un compost natural cuando se descompone. Es lo que yo llamo el ciclo natural de la vida.

    San Francisco: Señor, creo que es mejor que te sientes. Los "Suburbanitas" han establecido otro ciclo: cuando caen las hojas se matan para rastrillarlas, las amontonan y pagan para quitárselas de encima.

    Dios: Pero entonces, ¿cómo hacen para proteger las raíces de árboles y arbustos en invierno¿ ¿cómo se las arreglan para enriquecer el suelo y mantener frescas las raíces de las plantas en verano?

    San Francisco: En cuando se han desembarazado de las hojas van a comprar una cosa que llaman "mulch" y lo extienden al pie de los árboles en lugar de las hojas.

    Dios: ¿Y de dónde sacan ese "mulch"?

    San Francisco: Talan árboles para triturarlos y utilizar la corteza y las virutas.

    Dios: ¡Ya basta! No quiero seguir escuchando más tonterías. A ver, Santa Catalina. Tú que eres la responsable de la comisión de Arte, ¿qué película has programado para esta noche?

    Santa Catalina: "Dumb and Dumber" Señor. Es una historia un poco idiota que va de...

    Dios: Anda, no te canses. Creo que San Francisco acaba de contármela.
    besos, vega
     
  6. EvaPatry

    EvaPatry

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    Gracias Vega.

    Después del cuento de Hans Christian Andersen, os dejo otro de Mario Benedetti. A ver si os vais animando. Se llama...

    El Otro Yo

    Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, se metía los dedos a la naríz, roncaba en la siesta, se llamaba Armando Corriente en todo menos en una cosa: tenía Otro Yo.

    El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente , se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse imcómodo frente a sus amigos. Por otra parte el Otro Yo era melancólico, y debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo.

    Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio. En la radio estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. Cuando despertó el Otro Yo lloraba con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no supo que hacer, pero después se rehizo e insultó concienzudamente al Otro Yo. Este no dijo nada, pero a la mañama siguiente se habia suicidado.

    Al principio la muerte del Otro Yo fue un rudo golpe para el pobre Armando, pero enseguida pensó que ahora sí podría ser enteramente vulgar. Ese pensamiento lo reconfortó.

    Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió la calle con el proposito de lucir su nueva y completa vulgaridad. Desde lejos vio que se acercaban sus amigos. Eso le lleno de felicidad e inmediatamente estalló en risotadas . Sin embargo, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron su presencia. Para peor de males, el muchacho alcanzó a escuchar que comentaban: «Pobre Armando.Y pensar que parecía tan fuerte y saludable».

    El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo.
     
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    Este cuento pone la piel de gallina, me ha recordado uno de Juan Ramón Jiménez y lo he buscado. Os lo dejo.

    El hombre doble

    Yo lo había conocido al piano, una tarde grata, de cerca, en la penumbra gris y dulce del crepúsculo de primavera, en su salón. Me había parecido dulce, bueno, sencillo, vibrante el corazón de la música de su piano, entre sus hijos, su mujer y sus flores.
    Luego, al otro día, en su despacho, de lejos, entrando yo por la puerta distante del banco grande, me pareció que lo había equivocado con otro. Estaba más enjuto, más oscuro, recostado entre legajo y hule, y con unos ojillos de pimienta que en nada se parecían a los azules del día antes, unos ojillos que me miraban, acercándose, como con desagrado.
    Llegando a un punto de la estancia, como en esos cambios de los árboles cuando nos acercamos a ellos, como si hubiera un escamoteo teatral, el hombre de hoy, el del escritorio, se transformaba otra vez, en el hombre de ayer, el del piano, y la sonrisa grande y blanda sucedía al mirar pequeño, duro y desagradable.
    Debió de notar mi confusión, y le dije lo que era:
    -Al pronto no lo había conocido a usted. Me parecía usted otro.
    Se rió con una risa fuerte, como si estuviera en el secreto de mi duda, una risa no sé si mala o buena, que no sé de cuál de los dos es, si del hombre dulce del piano, que se reía de mi sospecha, o del hombre molesto del banco, que se reía de mi infelicidad.
    ... La mujer leyó esta página, y, de pronto, sintió un escalofrío y dio un grito.
    No era sospecha suya sólo. El poeta también lo había visto. En su casa había dos hombres.


    :beso:
     
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    Este cuento lo leí del autor Jorge Bucay.
    y me encantó solo memorice este ( bueno ahora está copiado)

    Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me
    gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a
    otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante.
    Durante la función, la enorme bestia hacía despliegue de peso,
    tamaño y fuerza descomunal... pero después de su actuación y
    hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba
    sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus
    patas a una pequeña estaca clavada en el suelo.
    Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de
    madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y
    aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que
    ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia
    fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir.
    El misterio es evidente:
    ¿Qué lo mantiene entonces?
    ¿Por qué no huye?
    Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la
    sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a
    algún padre, o a alguna tía por el misterio del elefante. Alguno
    de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba
    amaestrado—
    Hice entonces la pregunta obvia:
    —Si está amaestrado ¿por qué lo encadenan?
    No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.
    Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la
    estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros
    que también se habían hecho la misma pregunta.
    Hace algunos años descubrí que por suerte para mí
    alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la
    respuesta:
    El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a
    una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.
    Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido
    sujeto a la estaca.
    Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito
    empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de todo su
    esfuerzo no pudo.
    La estaca era ciertamente muy fuerte para él.
    Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente
    volvió a probar, y también al otro y al que le seguía...
    Hasta que un día, un terrible día para su historia, el
    animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.
    Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo,
    no escapa porque cree –pobre— que NO PUEDE.
    Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella
    impotencia que sintió poco después de nacer.
    Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar
    seriamente ese registro.
    Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra
    vez...

    :beso:
     
  9. itsasne

    itsasne de Bilbao

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    :razz: Hola EvaPatry ¡que no vi este hilo! Me encantan los cuentos infantiles, ya te mostraré algunos. :beso:
     
  10. chipi-chipi

    chipi-chipi Donax denticulatus

    hola

    ustede si me hace senti bien :happy:

    mira me hace recordar cuando yo era niño y lei por primera vez un cuento

    sabe a quien le va gusta este pos a marta que tambien se acuerda de los cuento junto al fuego

    marta cuentano el cuento de la flor de iguera por favo :happy:

    gracia :happy:
     
  11. EvaPatry

    EvaPatry

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    Hola Itsasne! Aquí sentada te espero, con las orejas bien abiertas. Aunque no hace falta que sean cuentos infantiles.

    Aquí os dejo otro. Éste es de Julio Cortázar de "Historias de Cronopios y Famas"

    Viajes


    Cuando los famas salen de viaje, sus costumbres al pernoctar en una ciudad son las siguientes: Un fama va al hotel y averigua cautelosamente los precios, la calidad de las sábanas y el color de las alfombras. El segundo se traslada a la comisaría y labra un acta declarando los muebles e inmuebles de los tres, así como el inventario del contenido de sus valijas. El tercer fama va al hospital y copia las listas de los médicos de guardia y sus especialidades.

    Terminadas estas diligencias, los viajeros se reunen en la plaza mayor de la ciudad, se comunican sus observaciones, y entran en el café a beber un aperitivo. Pero antes se toman de las manos y danzan en ronda. Esta danza recibe el nombre de "Alegría de los famas".

    Cuando los cronopios van de viaje, encuentran los hoteles llenos, los trenes ya se han marchado, llueve a gritos, y los taxis no quieren llevarlos o les cobran precios altísimos. Los cronopios no se desaniman porque creen firmemente que estas cosas les ocurren a todos, y a la hora de dormir se dicen unos a otros: "La hermosa ciudad, la hermosísima ciudad". Y sueñan toda la noche que en la ciudad hay grandes fiestas y que ellos están invitados. Al otro día se levantan contentísimos, y así es como viajan los cronopios.

    Las esperanzas, sedentarias, se dejan viajar por las cosas y los hombres, y son como las estatuas que hay que ir a verlas porque ellas ni se molestan.
     
  12. EvaPatry

    EvaPatry

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    ¡Qué tarde se me ha hecho! Bueno, os voy a contar otro cuento, así subo el post y a lo mejor alguien se anima a contarnos uno antes de dormir.

    Éste es otro cuento de Mario Benedetti muy cortito.

    Su amor no era sencillo.


    Los detuvieron por atentado al pudor. Y nadie les creyó cuando el hombre y la mujer trataron de explicarse. En realidad, su amor no era sencillo. Él padecía claustrofobia, y ella, agorafobia. Era sólo por eso que fornicaban en los umbrales.
     
  13. vega

    vega

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    Conozco un cuento mucho más corto todavía

    Eduardo Galeano:

    Re-cordis.


    (Re-cordis significa recordar, volver a pasar por el corazón)

    besos, vega
     
  14. chipi-chipi

    chipi-chipi Donax denticulatus

    hola :happy:

    la verdad que e bien corto

    yo se que sinifa clatrofobia e miedo a esta metio en un caja :happy:

    pero que sinifica agorafobia y fornicaban :icon_rolleyes:
     
  15. chipi-chipi

    chipi-chipi Donax denticulatus

    hola :happy:

    si vale cuento corto voy a deci uno que e parte de una cancio que puede ser un cuento o la realida de muchos

    ...y si quieres saber de mi pasado
    es preciso decir una mentira
    decir que llegue de un mundo raro
    que no se del dolor
    que triunfe en el amor
    y que nunca he llorado... :desconsolado: :desconsolado: :desconsolado:

    es un cuento verdad :happy:

    porque lo cuento son ireale :(